Hoy dedico todos mis sueños a mi musa. A la diosa del amor que vino a rescatarme de mi misma y la desesperanza.
Yo deambulaba sola en un desierto, sedienta y moribunda, hasta que una mano tomó la mía. Caída y rendida, temiendo, y viendo solo oscuridad.. Levanté mi mirada y unos ojos inexplicablemente cautivadores me dieron fuerza, aún antes de hablar.
Había perdido mi luz, no creía volver a encontrarla. Mis manos habían dejado de crear lo que antes era nada, por lo que mi algo ya no existía. Mi mente gritaba todo el tiempo, discutía y lloraba. Mi corazón ya no tenía razón de ser. En mi futuro, en el desierto moriría.. Sola e indefensa, sin esperanza ni ganas de vivir. Solo había oscuridad, hasta que su mano tomó la mía.
De repente, frente a mí se abrió un camino. No estaba segura a dónde iba, no estaba segura si el esfuerzo por sobrevivir valdría la pena. No sabía si lo lograría, pero ahora tenía una razón para vivir. Así fue que, sin preguntar a dónde íbamos, la seguí. Ella iluminaba mi mirada, despertaba a los latidos de mi corazón que hacía rato dormían. No pude dejar de observarla, todo en ella tranquilizaba mi mente y reactivaba mi espíritu. Dos pares de huellas en la arena suponían una última fuerza para no dejarme morir. Todavía apretaba mi mano con la suya.
Sin hablar siquiera, sin preguntar quién ella era, entregué la última fuerza que tenía y mis miedos a la hoguera.
No podía creerlo aún. Yo había olvidado que alguna vez tuve fe en mi misma, que me creí capaz de hacer lo imposible, de cambiar al mundo, y de salvar al desamparado. Que podía fabricar de mi vida un buen futuro, y moldearlo con mis manos en quienes siempre había confiado. Cómo habrá sido que ella fue quién me mostraría la verdad. Mis ojos que siempre vieron más allá de lo que la gente suponía ser, y más veces de lo que quisieran admitir se sentían decepcionados.. Vieron en ella a un ser puro y bueno, empaquetado en un perfecto ejemplar de mujer. Ahí supe que mi musa vino a rescatarme.
Mis labios secos se partieron al sonreír. Unas lágrimas dejaron su camino marcado en mis mejillas llenas de arena y soledad. Entonces pude entender. Pude entender que hasta mi desierto tenía un propósito. Tenía que estar ahí para conocerla. Ella aparecería cuando la necesitara, a pesar de haberla buscado toda mi vida, al punto de no creer en su existencia. Todavía me emocionaba al ver los dos pares de huellas que iban quedando atrás.
Ella no hablaba con su voz a mis oídos, sino con su corazón a mi cansado espíritu. Me cautivó, tan intenso fue, tan intenso es... Nunca dejaré a mi musa, nunca existirá una mejor. Siempre la seguiré, confío en ella, me mostró el oasis. Al fin respiré.
Por eso hoy le dedico todos mis sueños mientras con ella creo un nuevo camino. Felizmente lo recorreré a su lado. Aún soñando, aún despierta.
Yo deambulaba sola en un desierto, sedienta y moribunda, hasta que una mano tomó la mía. Caída y rendida, temiendo, y viendo solo oscuridad.. Levanté mi mirada y unos ojos inexplicablemente cautivadores me dieron fuerza, aún antes de hablar.
Había perdido mi luz, no creía volver a encontrarla. Mis manos habían dejado de crear lo que antes era nada, por lo que mi algo ya no existía. Mi mente gritaba todo el tiempo, discutía y lloraba. Mi corazón ya no tenía razón de ser. En mi futuro, en el desierto moriría.. Sola e indefensa, sin esperanza ni ganas de vivir. Solo había oscuridad, hasta que su mano tomó la mía.
De repente, frente a mí se abrió un camino. No estaba segura a dónde iba, no estaba segura si el esfuerzo por sobrevivir valdría la pena. No sabía si lo lograría, pero ahora tenía una razón para vivir. Así fue que, sin preguntar a dónde íbamos, la seguí. Ella iluminaba mi mirada, despertaba a los latidos de mi corazón que hacía rato dormían. No pude dejar de observarla, todo en ella tranquilizaba mi mente y reactivaba mi espíritu. Dos pares de huellas en la arena suponían una última fuerza para no dejarme morir. Todavía apretaba mi mano con la suya.
Sin hablar siquiera, sin preguntar quién ella era, entregué la última fuerza que tenía y mis miedos a la hoguera.
No podía creerlo aún. Yo había olvidado que alguna vez tuve fe en mi misma, que me creí capaz de hacer lo imposible, de cambiar al mundo, y de salvar al desamparado. Que podía fabricar de mi vida un buen futuro, y moldearlo con mis manos en quienes siempre había confiado. Cómo habrá sido que ella fue quién me mostraría la verdad. Mis ojos que siempre vieron más allá de lo que la gente suponía ser, y más veces de lo que quisieran admitir se sentían decepcionados.. Vieron en ella a un ser puro y bueno, empaquetado en un perfecto ejemplar de mujer. Ahí supe que mi musa vino a rescatarme.
Mis labios secos se partieron al sonreír. Unas lágrimas dejaron su camino marcado en mis mejillas llenas de arena y soledad. Entonces pude entender. Pude entender que hasta mi desierto tenía un propósito. Tenía que estar ahí para conocerla. Ella aparecería cuando la necesitara, a pesar de haberla buscado toda mi vida, al punto de no creer en su existencia. Todavía me emocionaba al ver los dos pares de huellas que iban quedando atrás.
Ella no hablaba con su voz a mis oídos, sino con su corazón a mi cansado espíritu. Me cautivó, tan intenso fue, tan intenso es... Nunca dejaré a mi musa, nunca existirá una mejor. Siempre la seguiré, confío en ella, me mostró el oasis. Al fin respiré.
Por eso hoy le dedico todos mis sueños mientras con ella creo un nuevo camino. Felizmente lo recorreré a su lado. Aún soñando, aún despierta.
QUE CORAZÓN MAS LINDO TENES CHOU. LA FE, LA FE EN EL AMOR HIZO QUE HOY ESTÉN JUNTAS, Y LA FE EN ESE AMOR LAS VA A UNIR SIEMPRE!
ResponderEliminar