_ Dale, sabés que querés seguirlos. Sabés que querés saber. Da el primer paso.
_ Es peligroso...
_ Ya sabemos eso, lo que no sabemos es qué es lo que pasa allí.
_ Algo anormal.
_ Exacto. Pero ambos sabemos que vas a averiguar cuán anormal es y qué es lo que pasa.
_ Sí, deja de influenciarme. Sé que voy a ver, pero necesito tiempo. Debo prepararme para ver lo que ningún otro hombre jamás vio.
_ No lo pienses, de pensarlo correctamente no lo harías. Seguí el impulso, seguí la curiosidad.
_ La curiosidad mató al gato, y no me digas que no me puedo morir en ese lugar porque ambos sabemos que es completamente factible.
_ No te voy a mentir, es muy probable que mueras allí. Pero de no morir, sabrás lo que nadie sabe.
_ Si, lo sé.
_ Dale, quiero escuchar tu próxima pisada.
_ Algún día... voy a aprender a callarte.
_ ¿Y para qué harías eso?
_ Para ser normal.
_ ¿Normal? ¡¿Para qué harías eso?! No hay nada peor que ser normal...
_ Estaría de acuerdo con vos si no fuera porque a veces te odio.
_ Sabés que está mal que me odies. Se supone que somos un equipo.
_ Quiero que te calles. Necesito pensar un poco.
_ Insisto, no pienses.
_ Insisto, callate.
_ No me voy a callar, porque si de verdad quisieras que me calle, simplemente dejarías de escucharme. Estamos muy unidos vos y yo, somos lo mismo.
_ No somos lo mismo, y que formemos el mismo ser no quiere decir eso.
_ Quiere decir exactamente eso.
_ Basta Nicanor, hoy no. Hoy es distinto.
_ Ya sé que es distinto, por eso estoy acá, presente. Me necesitás.
_ ¿Para qué te necesito? Ni siquiera podés moverme.
_ Si puedo.
_ No podés.
_ ¿Querés ver?
_ Me encantaría.
En el cielo no se avistaba ni una nube, las estrellas brillaban más que nunca y el viento parecía arrullar a aquella persona que pensativa e inmóvil parecía hablarle a la arena.
Inquieto se lo ve ya, lleno de temor.
Con rodillas temblorosas y voz entrecortada, se preparaba para cruzar al mundo de la no-razón.
El viento comenzó a agitarse cuando Felipe dio el primer paso hacia aquél médano oscuro, acercándose ya al lugar dónde el mundo racional termina, para ver lo que ningún ser humano debería.
_ ¿Desde cuándo podés moverme vos?
_ Desde siempre Felipe.
_ ¿En serio? No puede ser esto. Nunca más me muevas.
_ Felipe, ¿cuál parte de “somos uno” no entendés?
_ No me importa, somos uno, okay. Nunca más tomes control de mi cuerpo.
_ Vos me pediste.
_ Porque pensé que no podrías. Y no te hagas el tonto, sabés muy bien lo que pienso.
_ Sí, y vos lo que yo. Así que no te hagas el tonto vos, y creeme.
_ ¿Qué cosa querés que te crea?
_ Que tenés que dar el segundo paso.
_ ¿No me vas a dejar ni un minuto en paz?
_ ¿Para qué querés un minuto de paz?
_ Para absorber.
_ Bueno. Absorbamos.
El viento parecía enojado, pero el ambiente era perfecto: las estrellas, la blanca y perfectamente suave arena, el ruido de las olas rompiendo sobre la península. Ese 7 de Noviembre era sin duda especial.
_ ¿Ya absorbiste?
_ Si, estoy en paz.
_ Yo también. ¿Marchamos?
_ Si, pero antes, hablemos.
_ ¿De que hablamos Felipe?
_ De lo que estamos por hacer.
_ Estamos por cruzar el límite.
_ Si, y es algo importante para mí, me gustaría que lo hablemos.
_ Bueno. ¿Tenés preguntas?
_ Si, demasiadas.
_ Preguntá entonces.
_ ¿Por qué me trajiste hasta acá?
_ Porque sos el indicado. Porque sos especial.
_ ¿Qué tengo de especial?
_ Bueno, muchas cosas, pero tenés que descubrirlas vos.
_ ¿Por favor?
_ Bueno, una te digo: ya que me escuches, prueba como sos el indicado.
_ ¿Cómo no te voy a escuchar? Estas en mi cabeza.
_ No, no estoy ahí.
_ ¿Dónde estas?
_ Mucho más adentro.
_ Bueno, te creo, entonces soy en indicado para meterme en dónde nadie antes, por razones desconocidas, siguiendo a una voz que sale de quién sabe dónde.
_ Exacto.
_ Gracias Nicanor, sos de mucha ayuda.
_ No me hables con ironía a mi Felipe.
_ Bueno, perdoná, estoy nervioso.
_ Lo siento. No lo estés.
_ ¿Por qué no lo estaría? Estoy a punto de meterme en una dimensión desconocida.
_ Desconocida para el hombre mortal.
_ ¡Yo soy un hombre mortal! Y es desconocida para mi.
_ Vos sos mucho más de lo que crees ser. Sólo creeme, y calmate.
_ Estoy harto de creerte.
_ No, no lo estás. Sólo tenés miedo.
_ Claro que tengo miedo.
_ Quiero que respires profundo de éste aire y escuches lo que digo ¿Podés hacer eso?
_ Eso creo...
_ Quiero tu silencio.
_ Bueno
El viento se comporta extraño ahora y las olas rompen con más fuerza. Felipe se encuentra sentado en la más clásica pose de meditación, esta vez, en silencio.
_ La vida no es cómo tu contexto la muestra, vos lo sabés y es por eso que me seguís. El mundo es mucho más complejo que lo que la gente común cree, y las cosas tienen muchas más dimensiones. La verdad no está oculta al hombre, sino que el hombre tiene los ojos cerrados y lo oídos tapados. La verdad está adentro tuyo, y cuando llegues a comprenderla, tu trabajo será compartirla. Tu espíritu es quién sabe. Tu espíritu es dueño de la verdad que va más allá de tus ojos. Es fuerte como para sobrevivir lo que estás a punto de experimentar, y es sabio como para entenderlo. Ahora sólo falta que te pongas de pie.
_ ¿Hay algo que necesite saber sobre lo que va a pasar?
_ Sólo seguí tus instintos.
De pie ya Felipe, encara hacia la punta del médano, el lugar más oscuro en la península. Parado allí, abre sus brazos, cierra sus ojos, y siente.
El mar enloqueció, y lo que solía ser un sereno médano se convirtió en lo que parecía ser el fin de la vida.
Las aguas casi violetas por la noche, comenzaron a golpear violentamente sobre Felipe zamarreándolo de un lugar a otro, causando un dolor supremo dada su temperatura casi helada. El cielo completamente despejado comenzó a precipitar. Lluvia, granizo, nieve y truenos atacaron la península, mientras que de la quietud, la arena se liberaba y formaba pequeños torbellinos.
Felipe continuaba con los ojos cerrados, ahora arrodillado y con ambas manos en lo que en ese momento parecía suelo seguro.
_ ¡Siento frío, siento dolor, siento miedo! Pero no decaigo ¡PORQUE SIENTO!
El mundo parecía terminar en aquella península donde las dimensiones se rompían, y lo que parecía ser suelo seguro, rápidamente dejo de serlo. El agua se puso más violenta, y la arena con el viento se sentía sobre la piel de Felipe como pequeños balazos.
Atrapado en lo que parecía ser arena movediza el joven abrió sus ojos con cautela para ver el mundo cómo nadie nunca lo vio, y simultáneamente unos gritos en su cabeza aparecieron.
Eran gritos de dolor y de locura, de desespero y de terror, de odio y de tristeza.
Felipe dejó escapar unas lágrimas mientras agarraba sus cienes con fuerza. Creyó rendirse, hasta que el caos lo dejó ver el cielo.
_ ¿¡Es eso todo lo que tenés?!
Entonces un rayo partió del claro y despejado cielo, para caer directamente sobre Felipe, de nuevo de pie.
_ Nicanor... me está cayendo un rayo.
_ Claro...
_ ¿Cómo claro?
_ ¿Te diste cuenta Felipe, que no me estás hablando con tu voz, sino de más adentro?
_ Nicanor... me está cayendo un rayo... ¿Qué me importa por dónde te hablo?
_ Y mirá cuán calma está tu voz aquí dentro...,
_ ¿Hay algo que deba aprender de esto?
_ Sí.
_ ¿Me lo vas a decir?
_ No.
_ Nicanor... no siento dolor. ¿Estoy muerto?
_ En absoluto.
_ ¿Qué está pasando entonces?
_ Lo que dijiste, te está cayendo un rayo.
_ Nicanor, no puedo moverme...
_ Claro Felipe, porque te está cayendo un rayo.
_ Siento calor... pero no es molesto, es... es perfecto.
_ Y antes sentías frío...
_ Si.
_ Felipe, seguí tus instintos. Hace lo que te gusta hacer.
_ Claro. ¿Nicanor?
_ ¿Si, Felipe?
_ ¿Absorbemos?
_ Absorbamos.
_ Es peligroso...
_ Ya sabemos eso, lo que no sabemos es qué es lo que pasa allí.
_ Algo anormal.
_ Exacto. Pero ambos sabemos que vas a averiguar cuán anormal es y qué es lo que pasa.
_ Sí, deja de influenciarme. Sé que voy a ver, pero necesito tiempo. Debo prepararme para ver lo que ningún otro hombre jamás vio.
_ No lo pienses, de pensarlo correctamente no lo harías. Seguí el impulso, seguí la curiosidad.
_ La curiosidad mató al gato, y no me digas que no me puedo morir en ese lugar porque ambos sabemos que es completamente factible.
_ No te voy a mentir, es muy probable que mueras allí. Pero de no morir, sabrás lo que nadie sabe.
_ Si, lo sé.
_ Dale, quiero escuchar tu próxima pisada.
_ Algún día... voy a aprender a callarte.
_ ¿Y para qué harías eso?
_ Para ser normal.
_ ¿Normal? ¡¿Para qué harías eso?! No hay nada peor que ser normal...
_ Estaría de acuerdo con vos si no fuera porque a veces te odio.
_ Sabés que está mal que me odies. Se supone que somos un equipo.
_ Quiero que te calles. Necesito pensar un poco.
_ Insisto, no pienses.
_ Insisto, callate.
_ No me voy a callar, porque si de verdad quisieras que me calle, simplemente dejarías de escucharme. Estamos muy unidos vos y yo, somos lo mismo.
_ No somos lo mismo, y que formemos el mismo ser no quiere decir eso.
_ Quiere decir exactamente eso.
_ Basta Nicanor, hoy no. Hoy es distinto.
_ Ya sé que es distinto, por eso estoy acá, presente. Me necesitás.
_ ¿Para qué te necesito? Ni siquiera podés moverme.
_ Si puedo.
_ No podés.
_ ¿Querés ver?
_ Me encantaría.
En el cielo no se avistaba ni una nube, las estrellas brillaban más que nunca y el viento parecía arrullar a aquella persona que pensativa e inmóvil parecía hablarle a la arena.
Inquieto se lo ve ya, lleno de temor.
Con rodillas temblorosas y voz entrecortada, se preparaba para cruzar al mundo de la no-razón.
El viento comenzó a agitarse cuando Felipe dio el primer paso hacia aquél médano oscuro, acercándose ya al lugar dónde el mundo racional termina, para ver lo que ningún ser humano debería.
_ ¿Desde cuándo podés moverme vos?
_ Desde siempre Felipe.
_ ¿En serio? No puede ser esto. Nunca más me muevas.
_ Felipe, ¿cuál parte de “somos uno” no entendés?
_ No me importa, somos uno, okay. Nunca más tomes control de mi cuerpo.
_ Vos me pediste.
_ Porque pensé que no podrías. Y no te hagas el tonto, sabés muy bien lo que pienso.
_ Sí, y vos lo que yo. Así que no te hagas el tonto vos, y creeme.
_ ¿Qué cosa querés que te crea?
_ Que tenés que dar el segundo paso.
_ ¿No me vas a dejar ni un minuto en paz?
_ ¿Para qué querés un minuto de paz?
_ Para absorber.
_ Bueno. Absorbamos.
El viento parecía enojado, pero el ambiente era perfecto: las estrellas, la blanca y perfectamente suave arena, el ruido de las olas rompiendo sobre la península. Ese 7 de Noviembre era sin duda especial.
_ ¿Ya absorbiste?
_ Si, estoy en paz.
_ Yo también. ¿Marchamos?
_ Si, pero antes, hablemos.
_ ¿De que hablamos Felipe?
_ De lo que estamos por hacer.
_ Estamos por cruzar el límite.
_ Si, y es algo importante para mí, me gustaría que lo hablemos.
_ Bueno. ¿Tenés preguntas?
_ Si, demasiadas.
_ Preguntá entonces.
_ ¿Por qué me trajiste hasta acá?
_ Porque sos el indicado. Porque sos especial.
_ ¿Qué tengo de especial?
_ Bueno, muchas cosas, pero tenés que descubrirlas vos.
_ ¿Por favor?
_ Bueno, una te digo: ya que me escuches, prueba como sos el indicado.
_ ¿Cómo no te voy a escuchar? Estas en mi cabeza.
_ No, no estoy ahí.
_ ¿Dónde estas?
_ Mucho más adentro.
_ Bueno, te creo, entonces soy en indicado para meterme en dónde nadie antes, por razones desconocidas, siguiendo a una voz que sale de quién sabe dónde.
_ Exacto.
_ Gracias Nicanor, sos de mucha ayuda.
_ No me hables con ironía a mi Felipe.
_ Bueno, perdoná, estoy nervioso.
_ Lo siento. No lo estés.
_ ¿Por qué no lo estaría? Estoy a punto de meterme en una dimensión desconocida.
_ Desconocida para el hombre mortal.
_ ¡Yo soy un hombre mortal! Y es desconocida para mi.
_ Vos sos mucho más de lo que crees ser. Sólo creeme, y calmate.
_ Estoy harto de creerte.
_ No, no lo estás. Sólo tenés miedo.
_ Claro que tengo miedo.
_ Quiero que respires profundo de éste aire y escuches lo que digo ¿Podés hacer eso?
_ Eso creo...
_ Quiero tu silencio.
_ Bueno
El viento se comporta extraño ahora y las olas rompen con más fuerza. Felipe se encuentra sentado en la más clásica pose de meditación, esta vez, en silencio.
_ La vida no es cómo tu contexto la muestra, vos lo sabés y es por eso que me seguís. El mundo es mucho más complejo que lo que la gente común cree, y las cosas tienen muchas más dimensiones. La verdad no está oculta al hombre, sino que el hombre tiene los ojos cerrados y lo oídos tapados. La verdad está adentro tuyo, y cuando llegues a comprenderla, tu trabajo será compartirla. Tu espíritu es quién sabe. Tu espíritu es dueño de la verdad que va más allá de tus ojos. Es fuerte como para sobrevivir lo que estás a punto de experimentar, y es sabio como para entenderlo. Ahora sólo falta que te pongas de pie.
_ ¿Hay algo que necesite saber sobre lo que va a pasar?
_ Sólo seguí tus instintos.
De pie ya Felipe, encara hacia la punta del médano, el lugar más oscuro en la península. Parado allí, abre sus brazos, cierra sus ojos, y siente.
El mar enloqueció, y lo que solía ser un sereno médano se convirtió en lo que parecía ser el fin de la vida.
Las aguas casi violetas por la noche, comenzaron a golpear violentamente sobre Felipe zamarreándolo de un lugar a otro, causando un dolor supremo dada su temperatura casi helada. El cielo completamente despejado comenzó a precipitar. Lluvia, granizo, nieve y truenos atacaron la península, mientras que de la quietud, la arena se liberaba y formaba pequeños torbellinos.
Felipe continuaba con los ojos cerrados, ahora arrodillado y con ambas manos en lo que en ese momento parecía suelo seguro.
_ ¡Siento frío, siento dolor, siento miedo! Pero no decaigo ¡PORQUE SIENTO!
El mundo parecía terminar en aquella península donde las dimensiones se rompían, y lo que parecía ser suelo seguro, rápidamente dejo de serlo. El agua se puso más violenta, y la arena con el viento se sentía sobre la piel de Felipe como pequeños balazos.
Atrapado en lo que parecía ser arena movediza el joven abrió sus ojos con cautela para ver el mundo cómo nadie nunca lo vio, y simultáneamente unos gritos en su cabeza aparecieron.
Eran gritos de dolor y de locura, de desespero y de terror, de odio y de tristeza.
Felipe dejó escapar unas lágrimas mientras agarraba sus cienes con fuerza. Creyó rendirse, hasta que el caos lo dejó ver el cielo.
_ ¿¡Es eso todo lo que tenés?!
Entonces un rayo partió del claro y despejado cielo, para caer directamente sobre Felipe, de nuevo de pie.
_ Nicanor... me está cayendo un rayo.
_ Claro...
_ ¿Cómo claro?
_ ¿Te diste cuenta Felipe, que no me estás hablando con tu voz, sino de más adentro?
_ Nicanor... me está cayendo un rayo... ¿Qué me importa por dónde te hablo?
_ Y mirá cuán calma está tu voz aquí dentro...,
_ ¿Hay algo que deba aprender de esto?
_ Sí.
_ ¿Me lo vas a decir?
_ No.
_ Nicanor... no siento dolor. ¿Estoy muerto?
_ En absoluto.
_ ¿Qué está pasando entonces?
_ Lo que dijiste, te está cayendo un rayo.
_ Nicanor, no puedo moverme...
_ Claro Felipe, porque te está cayendo un rayo.
_ Siento calor... pero no es molesto, es... es perfecto.
_ Y antes sentías frío...
_ Si.
_ Felipe, seguí tus instintos. Hace lo que te gusta hacer.
_ Claro. ¿Nicanor?
_ ¿Si, Felipe?
_ ¿Absorbemos?
_ Absorbamos.
R.G
Un muy buen producto, digno de lo q sos. Que no es poco decir, pero seguro q lo q digo es poco.
ResponderEliminarTan extenso como inavarcable con estas palabras.
J.F
Pd:Me encantas.
Y tmb el texto.
Gracias por existir. My lov.